Por todos es sabido que al quemar combustibles fósiles se expulsan ingentes cantidades de gases y partículas tóxicas a la atmósfera, y que estas son muy perjudiciales para la salud de todos. Por ello cada vez hay más estudios que vinculan estos efectos con muertes prematuras, problemas respiratorios y hasta cognitivos. Principalmente estos casos son más abundantes en las grandes ciudades, al unirse el mayor número de personas con una ingente cantidad de vehículos que expulsan los gases.
Incluso existen numerosas partículas de un tamaño irrisorio (menos de 10 micras) que están en el aire y pueden atravesar nuestras defensas y producirnos efectos nocivos. De ahí que la Organización Mundial de la Salud las clasifique como un riesgo para la salud. Pues bien, pese a ser algo tan sabido hoy día, la sociedad sigue sin tomar conciencia de ello.
Es debido a que estos efectos comienzan a ser apreciables a largo plazo y que esta contaminación solo se visualice como una capa amarilla que cubre el cielo de algunas ciudades, lo que ha derivado en que nos acabemos incluso acostumbrando a la misma. Pero los problemas van mucho más allá de eso.
Al menos eso quieren demostrar algunos estudios recientes sobre estas diminutas partículas de las que hablábamos antes. La probabilidad de que padezcamos una enfermedad acarreada por la contaminación es proporcional al tiempo que estemos expuestos a la misma y a su concentración. Esta, procede principalmente de la producción eléctrica, la industria, los comercios y hogares, y el transporte.
A través de una reciente investigación llevada a cabo por el Instituto Tecnológico de Massachusetts, se pretende demostrar el impacto de esas partículas en la población de algunas ciudades norteamericanas. Para ello, se las relaciona con las muertes prematuras. Hablamos de un país donde los datos estiman 200.000 muertes al año relacionadas con estas partículas.
Según apunta el estudio, el principal causante es el transporte por carretera, al que responsabiliza de unas 53.000 muertes prematuras al año y otras 5.000 que se relacionan con el nivel de ozono. Por detrás estaría la producción energética y la industria, solo que estas últimas tienen soluciones, como trasladarlas a las afueras de las grandes ciudades para evitar su acumulación, y algo que no es posible con la contaminación ocasionada por el tráfico.
En el viejo continente también encontramos estudios parecidos continuamente. Es llamativo uno reciente ha vinculado la contaminación con el autismo. En él, se defiende que las embarazadas que viven en zonas contaminadas tendrán el doble de posibilidades de tener hijos con problemas en su desarrollo.
En España tampoco se escapa de los efectos de la contaminación. Y es que 9 de cada 10 españoles está expuesto al aire contaminado. Madrid, Barcelona y Palma de Mallorca tienen el ranking de ciudades más contaminadas del país, alcanzando unos niveles de NO2 que superan ampliamente los límites marcados por la UE y los acuerdos de Naciones Unidas. A esto hay que añadir el perjuicio económico que supondrá, pues las tres ciudades tendrán que asumir multas de la Comisión Europea por no cumplir con los límites fijados.
Pero parece que la sociedad va tomando algo de conciencia. En ciudades como Bruselas y Amberes se realizan a lo largo de este mes varios picnics que protestan por la gran contaminación que sufren sus ciudades, de las más contaminadas de Europa y casualmente, también de las más congestionadas. Hay estimaciones de que la vida de sus habitantes es incluso un año más corta que la media del resto de países por este motivo. Todo esto solo nos lleva a un lugar: al uso del transporte eléctrico como transporte no contaminante y al uso de energías renovables como fuente de alimentación. Más importante aún en el caso de las motos eléctricas, que además alivian el tráfico y las retenciones urbanas.